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ZENOBIA CAMPRUBÍ
sábado, octubre 29, 2016
12 de enero de 2016
Hay algo nuevo en mi manera de estudiar la Literatura desde hace unos meses, casi un año. No solía dar gran importancia a la biografía de un autor. Siempre me lanzaba a sus palabras con ansia de leerlo todo. Y hoy me doy cuenta de lo ignorante que he sido.
Después de varias conversaciones literarias y reflexiones durante este tiempo, y después de tantos años estudiando lo que más me entusiasma y revuelve el alma, caigo en la cuenta de la importancia que asume la vida de un escritor en su obra.
Conocer su casa y sus cosas, saber lo que piensa o desea, descubrir a las personas que le acompañan y animan, contemplar los mismos paisajes o escuchar las mismas canciones,... todo esto hace más intenso y precioso lo que escribió o escribe.
Me encanta temblar, reír o soñar con los que supieron y saben gastar las palabras para contarnos. Pero hoy me ha sorprendido este documental de radio, porque yo no sabía que una mujer o un hombre, podría convertirse en inspiración, ánimo o aliento para su acompañante.
J. R. Jiménez vivió a la sombra de su esposa, Zenobia.
¿O fue al revés?
Maravilloso documental donde compruebas que en los giros que da la Tierra pueden encontrarse dos almas gemelas y girar por los mismos parajes.
Poema inédito de Juan Ramón Jiménez en recuerdo y homenaje a Zenobia Camprubí Aymar- 1956-1966
Me he convertido a tu cariño puro
como un ateo a Dios.
¿Lo otro, qué vale?
Como un pasado oscuro y andrajoso
puede todo borrarse.
¡Borrarse, sí! Las rimas bellas
que no cantan tu amor; sus matinales
alegrías sin ti; sus tardes líricas
en cuya paz no me miraste;
las noches cuya clara luna llena
no deslumbró tu candoroso ánjel.
El cielo de tu gracia
será el comienzo y el final. En balde
quieren los lobos asaltar la cerca
en donde tus ovejas blancas pacen.
No quiero más que un oro y es el oro
que emanan tus sentidos inmortales.
¡Solo tú, solo tú! Sí, solo tú.
Yo no he nacido, ni he de morir. Ni antes
ni después era nada, ni sería
nada yo sino en ti.
Y los rosales
que has colgado en mi alma -¡con qué encanto!-
a ese sol viejo y nuevo me entreabren
sus rosas en que el cielo se repite
cándido y múltiple en sus cálices.
(De “Monumento de amor”, 1913-16)
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