LA CASA DE LOS ESPÍRITUS

1 de febrero de 2016 Llevo varios años tomando café con mis alumnos de 2º Bachiller para comentar y entender la complejidad de  La...


1 de febrero de 2016


Llevo varios años tomando café con mis alumnos de 2º Bachiller para comentar y entender la complejidad de La casa de los espíritus. Porque esta obra como dice mi amigo Salcerjo encierra un problema complejo y difícil de resolver. ¿Es una buena escritora Isabel Allende? ¿Está bien escrita esta novela?

A mí siempre me había parecido que sí, porque me parece asombroso cómo a partir de la historia de la familia Trueba – Del Valle puedes conocer lo que vivió un país hasta caer en una dictadura. La autora habla de Chile, siendo chilena y sobrina del presidente Salvador Allende, no podría ser de otra manera. Pero lo interesante es que cuando lees esta historia intuyes que no está hablando sólo de Chile. Otros muchos países hispanoamericanos sufrieron y sufren los mismos pasos, por lo que podemos imaginar que está hablando también de cualquiera de ellos. ¿Haría esto que la historia fuera universal?

Dos historias paralelas, una intrahistórica y otra histórica. Curioso cómo una te lleva a conocer la otra y a revivir los pormenores que no están escritos en los libros de Historia. Poco a poco los vas conociendo de la mano de los personajes que, aunque sean estereotipos, van evolucionando con los acontecimientos. 

Alba lee lo que su abuela Clara dejó escrito en sus “Cuadernos de anotar la vida”. Ella abre el círculo y lo cierra, por eso la novela en el primer y último capítulo desvela que ella será la lectora de la narración de Clara. Y nos desvelará, si estamos atentos, que tiene que leerlos “para superar su propio espanto” y para que entendamos por qué la vida los llevó a cada uno a su destino. 

Alba es la encargada de abrir y cerrar la historia. Pero no será ella la única que cuenta. Como hemos dicho, Clara se convierte en una narradora intradiegética con un carisma y un áurea capaz de controlar y sobrevivir a su propia muerte. No es, por lo tanto, un personaje estereotipo. A mí me resultaría complicado mantener “vivo” un personaje después de muerto, Isabel Allende lo consigue.

Hasta el capítulo IX cuando muere, su personalidad estrambótica domina el devenir de los acontecimientos. Y a partir del capítulo X, “La época del estropicio” (qué casualidad), los acontecimientos van más deprisa y todo se complica, pero ella no deja de narrar e invadirlo todo. 

Y hay otras voces, porque es necesario que en esta historia tan complicada todos hablen. Cómo si no, conoceríamos la evolución del personaje que parece más típico, Esteba Trueba. Este cacique, hombre fuerte y atractivo, que se ha hecho a sí mismo, va cambiando y para que vivamos el cambio, nos lo cuenta él mismo. A veces habla en 1ª persona e intenta justificarse, pero a veces es el narrador omnisciente el encargado de explicarnos lo salvaje de sus comportamientos o la debilidad que presenta ante Clara, aunque llegue un día a pegarle. Es un personaje que evoluciona y cambia. De hecho, el lector, sorprendentemente, cuando llega al final siente lástima y puede llegar a comprender sus acciones, aunque no las perdone.

A mí me fascina Férula, una mujer despótica que se derrumba ante la magia de su cuñada y deja su rol de “mala”. En fin, hablamos de una novela polifónica que deja que todos hablen para justificarse y contar. Y para que entendamos. Y así es como vemos personajes muy “marcados” que cambian por culpa de lo que viven. 

Junto a esta polifonía hay una repetición constante o leit motiv que nos lleva a esa circularidad de la obra. Hablo de la magia, el amor, la violencia, la pasión, los nombres luminosos, las premoniciones, el anuncio del espanto… que quizás nos lleve al motivo histórico de la obra, el golpe de estado, pero para mí, no al único. 

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